¿Cómo inició?
El primer recuerdo que tengo de haber fumado mariguana no está fijo en mi
conciencia, es una imagen borrosa desvaneciéndose al paso de los años. Sucedió
en mi segundo o tercer semestre de Ciencia Política en la Universidad Nacional,
hace mucho tiempo. Unos compañeros
departiendo gozosos en La Playita me invitaron a fumar. Si me pidieran
identificarlos en una foto, a lo sumo podría reconocer dos de ellos, el resto
de los rostros se esfuman de mi memoria. Lo que sí recuerdo es una tremenda
sensación de incomodidad, la mariguana no tuvo ningún efecto en mí, en cambio
ellos estaban sumergidos en un jubilo carnavalesco, sentí que no pertenecía
allí.
Quizá desalentado por esta experiencia de desconexión en un principio no me
enganche con la mariguana, a lo largo de los siguientes siete años las veces
que fumé pueden contarse con los dedos de una mano.
No obstante, las cosas cambiaron a mediados de 2019, yo ya estaba bien
avanzado en mis estudios de Economía en la Nacional, y estaba cursando la
asignatura Política Macroeconómica, una materia que ha sido fuente de terror
para numerosos estudiantes. He conocido historias de gente que la repite tres
veces. Además, no sólo genera miedo porque es difícil aprobar, el profesor
Isidro Hernández encuentra un deleite especial en humillar e intimidar a sus
estudiantes en público, asumo que para alimentar el velo legendario que se teje
alrededor de su figura en la Facultad.
Yo me sentaba al fondo del salón con la vana esperanza ser ignorado, Isidro
me boleteó varias veces. Cerca de mí se sentaba Camilo*, rápidamente se tejió
una camaradería. Ambos estudiamos muy duro a lo largo del semestre, nos
ayudamos compartiendo material de estudio y resolviendo preguntas de la clase,
además, el hombre era inteligente y era agradable conversar con él. Camilo era
consumidor habitual de cannabis y fumamos algunas veces juntos.
Yo creo que desde ese momento le empecé tomar gusto a la mariguana. Empecé
a fumar con una frecuencia considerable solo, en mi casa. Al estar bajo el
influjo de esa sustancia la música se sentía distinta, como que tomaba textura,
y el placer derivado de ver películas de terror o comedia es difícil de
describir, se vive la experiencia más intensamente.
Caída
Mi consumo a finales de 2019 era más frecuente. Aunque, estaba lejos de ser
problemático, y aún no era una interferencia nociva en las dimensiones más
importantes de mi vida, mirando atrás desearía no haberme enganchado con esta
droga. En todo caso, 2018 y 2019 fueron mis mejores años, estaba obteniendo
logros y realización en diferentes esferas.
Después de un comienzo lento, por mis precarias habilidades con los
números, estaba en el 90% del avance de la carrera de economía, ya no me
faltaba casi nada para terminar. No estaba jugando compulsivamente videojuegos,
un lastre que había marcado mi vida en el pasado. Tenía varios grupos de amigos
con los cuales podía relacionarme. Estaba escribiendo para un portal de
actualidad creado por estudiantes de la Universidad de los Andes llamando El
Mal Economista.
Finalmente, llevaba saliendo cerca de dos años con Raquel*. Ella fue la
primera mujer con la que conecté de forma significativa e íntima, éramos muy
buenos amigos. Nuestro plan habitual era
salir a cafés y restaurantes cerca de la universidad, teníamos conversaciones
interesantes que usualmente se prologaban por horas. Se perdía la noción del
tiempo departiendo con ella.
Yo la adoraba, por su parte, ella me dijo alguna vez que chuleaba todas las
casillas para ser su esposo, menos una, yo no era cristiano, y ese era un tema crítico
porque ella sí es creyente y esa condición determinaba varias cuestiones
prácticas. Pese a este contratiempo, que salió a relucir desde los primeros
encuentros, igual seguimos saliendo porque disfrutábamos el uno del otro. Fue
un casi algo, sí, pero la conexión que cultivamos fue muy profunda.
No tenemos un bolita de cristal que nos permita saber qué habría pasado si
la pandemia de coronavirus no hubiera tenido lugar, lo cierto es que con este
suceso mi vida se empezó a desmoronar.
Esta epidemia que se extendió por todo el mundo arruinado a su paso la vida
millones de personas me quebró mental y emocionalmente. El aislamiento social y
la paranoia colectiva exacerbaron los problemas de ansiedad, desregulación
emocional y depresión que cargaba conmigo.
Yo estuve asistiendo a psicoterapia desde octubre de 2015 hasta febrero de
2018 para tratar de resolver estas dificultades. Por desgracia, me vi obligado
a suspender las consultas porque mi familia no podía permitirse costearlas en
ese momento, y, de otra parte, y como describí arriba, estaba encontrando
progreso palpable y realización en áreas de mi vida en la que me había
estancado por mucho tiempo.
La forma como conduje mi vida en 2020 y 2021 trae amargos sentimientos de
remordimiento: empecé a fumar mariguana con una periodicidad diaria y en unas
cantidades considerables, y, pasaba la mayor parte del día encerrando en mi
cuarto jugando videojuegos. No avancé casi nada en la universidad, cancelaba
las materias aprovechando las garantías académicas que se dieron por la
emergencia sanitaria. Deje de buscar a Raquel. Ella eventualmente llegó a la
realización de que las cosas no iban a funcionar conmigo y consiguió novio,
asumo que, a finales de 2020. Alguien que era compatible con sus valores y su
fe.
Mi terapeuta dice que yo tengo un patrón hedonista de evitación. Tengo una
propensión a desarrollar adicciones en actividades que producen gratificación
instantánea, por ejemplo, los videojuegos y la mariguana. Pero no es porque
encuentre un deleite especial enfrascándome en estas cosas sino es más bien una
estrategia de evitación que he desarrollado para lidiar con el dolor; el
malestar que me produce los pensamientos intrusivos y ciertas emociones que
vivo intensamente tiene dimensiones monstruosas, y en los años de la pandemia
no tenía muchos recursos diferentes al patrón hedonista para lidiar con estas
cosas.
¿Resurrección?
Este trance autodestructivo no habría podido prologarse toda la vida. Un
suceso doloroso fue el punto de quiebre: a finales de 2021 Raquel anunció que
se iba a casar con su novio. La tristeza y la sorpresa me colmaron por
completo, fue un golpe duro de realidad que me sacudió del enajenamiento de la
mariguana.
Quizá arrebatado por la nostalgia intensa que se apoderaba de mí concebí la
idea delirante de que tenía opciones de recuperarla. Si le demostraba que podía
dejar mis adiciones, ser disciplinado y resiliente, en otras palabras, dar píe
con bola, ella podría cambiar de opinión.
Para graduarme enfrentaba dos obstáculos. El primero es que me había
complicado la vida escogiendo como opción grado la monografía, tendría que
elaborar un documento de investigación científica que cumpliera las condiciones
especiales de preparación estipuladas por la universidad y fuera aprobado por
mi director Alexander Rincón, un profesor de la facultad con amplio
reconocimiento, especializado entre otras cosas, en temas de economía agraria.
El segundo obstáculo era Econometría II una materia que había cancelado
tres veces, porque siempre me asustaba cuando reprobaba el primer parcial. Un
inconveniente adicional era que la profesora Milena Hoyos fue más exigente en
este último semestre que cursé en la universidad debido a la decepción que
sentía por el desempeño de sus estudiantes, especialmente por ciertas
situaciones de plagio que se habían presentado en el contexto de su clase
durante la pandemia. Los parciales fueron considerablemente más difíciles de lo
que había sido el estándar en los últimos dos años.
Pero yo tenía una resolución que nunca había experimentado en mi vida. Me
impuse un régimen de disciplina militar. Sin que nadie me dijera nada corté de
tajo con la mariguana y los videojuegos. Me levantaba temprano todos los días a
darme una ducha fría, luego dedicaba todo el día a estudiar con la técnica
pomodoro tomando pausas para meditar. Durante cinco meses la econometría y la
lectura de artículos especializados sobre ecoetiquetas y pequeños productores
de café (el tema de la monografía) fueron el único foco de mi mente.
El esfuerzo que apliqué, sumado a las técnicas de estudio que aprendí del
libro Make It Stick: The Science of Successful Learning, dieron buenos frutos al final del
semestre: aprobé sin problema Econometría II y realicé una buena monografía,
recibió elogios por su redacción de todas las personas que la leyeron y mi
director Alexander Rincón la calificó con la nota máxima, 5.
Pero todo fue en vano. Raquel me dijo que amaba a su novio, y no iba a
dejarlo. El rechazo me sumió en una depresión horrible. Retomé el consumo
compulsivo de mariguana y videojuegos, la situación siguió deteriorándose hasta
mayo de 2022, fecha en la que reanudé el proceso de psicoterapia.
Hay dos cosas que han hecho este duelo difícil para mí.
Lo primero es que tenía idealizada a Raquel. Claro, ella es una mujer de
grandes cualidades, inteligente, buen corazón, disciplinada, era muy agradable conversar
con ella y tenía fe en mí, creía que yo que tenía potencial de hacer cosas
buenas con mi vida. Pero yo estaba proyectando una fantasía, basado en los
buenos recuerdos, sólo veía las cosas bonitas y pasaba por alto las grandes dificultades
que se habrían presentado si me casaba con ella. Como cualquier ser humano, Raquel
tiene sus limitaciones y flaquezas, y yo no las veía porque la tenía elevada en
un pedestal.
Lo segundo es la narrativa incrustada en mi cabeza. Hay una frase trillada
que se repite a menudo “lo que no te mata, te hace más fuerte”. Comúnmente no
es verdad, los sucesos trágicos y dolorosos tienen el potencial de traumatizar,
de hacer todo lo contrario. Lo que hace que una experiencia desagradable sea
una fuente crecimiento personal es la historia que uno se cuenta así mismo, en
otras palabras, como uno interpreta las vivencias infelices.
En 2022 mi experiencia fue bastante miserable, estaba sobrecogido por la desesperanza
y la depresión, había días en los que ni siquiera me paraba de la cama. Estos
estados penosos estaban alimentados por los pensamientos, me repetía a mí mismo
que por dejarme arrastrar por la adicción había desperdiciado una oportunidad única
en mi vida, y nunca más iba a conocer una mujer tan buena.
Hay una media verdad en la historia que me repetía. Es cierto que las cosas
no funcionaron con Raquel, en parte, por mi adicción a la mariguana. Pero esa
no fue la única razón, cada uno de los dos tomó diferentes decisiones que nos
alejaron.
Lo otro es que esa declaración supremamente fatalista de que ella habría
sido la última mujer buena que me iba dar una oportunidad en su vida no se
corresponde con la realidad tampoco. Las cualidades buenas que vio Raquel en mi
siguen estando conmigo ¿por qué no habría de verlas alguien que fuera
compatible? Me tomó mucho tiempo entender esto. Obviamente, tengo que trabajar
en las carencias que limitan mi potencial para mejorar mis opciones.
Yo creo que la mayoría de las personas que sufren adicciones cumplen una o
dos de las siguientes condiciones 1) no tienen habilidades para regular sus
emociones, los sobrepasan por completo, y es la forma que tienen para lidiar
con el dolor que les produce vivir, y/o 2) no tienen un sentido de propósito, o
una visión para su vida.
Esta tusa, aunque significó un sufrimiento tremendo, fue un catalizador de un
proceso de transformación que sigue en pie. El dolor y la depresión derivados
de la ruptura de esta relación significativa me obligaron a enfrentar mis
problemas emocionales, a buscar recursos para gestionarlos de mejor forma. El
apoyo terapéutico ha sido crucial, mi psicóloga Isabel Rendón y el grupo de
entrenamiento de habilidades DBT. De otro lado, es válido reconocer que mi
intención y esfuerzo jugaron un papel clave también, he buscado incansablemente
en libros, aproximaciones espirituales, vídeos de YouTube y podcast formas de
crecer y hacerme más fuerte, en otra entrada comentaba precisamente que tengo
la resolución de escribir sobre las habilidades y perspectivas que siento han
sido más útiles en mi proceso, y mi esperanza es que puedan servir a otros. Pero
también ha sido el amor de mi familia y amigos, me ha inyectado fuerzas cuando
estaba a punto de desfallecer, de tirar la toalla.
Llevo cerca de dos años sin fumar mariguana o jugar videojuegos (desde mayo
de 2022). Tengo un fuerte convencimiento de que estas adicciones ya no hacen
parte de mi vida. Hay hechos que demuestran esta afirmación contundente: a lo largo de este intervalo de tiempo se me
ha presentado varias veces la oportunidad de fumar mariguana, y siempre me
resistí a hacerlo, una situación que podría servir de ilustración fue cuando
Gabriela*, una chica con la que salí el año pasado, me invitó Rock al Parque,
nunca había ido, este festival musical estaba infestado de olor a mariguana y
al menos 5 dealers me ofrecieron baretos, y honestamente, no sentí tentación de
comprarlos. Sigo haciendo parte del grupo de Whatsapp de amigos de la
universidad con los que jugaba Age of Empires II, ellos habitualmente juegan
partidas y participan en torneos competitivos, a veces me invitan a jugar (cada
vez con menos frecuencia) y yo siempre me he negado expresándoles que no
quiero. No he cortado el contacto porque los aprecio, y en el grupo se habla
también de otras cosas diferentes al juego, de hecho, organizamos una reunión
para tomar polas.
Esta crisis también ha sido una oportunidad de adelantar un proceso de
autoconocimiento, de entender cuáles son mis aspiraciones y valores. Mi vida ahora es estructurada (en el sentido
de estar dirigida hacía las cosas que quiero) y saludable: hago ejercicio
regularmente (5 días de gimnasio a la semana y los otros dos de descanso o
actividad física ligera), dedico la mayoría del tiempo del día a trabajar o
estudiar, esta disciplina se ha traducido en un desempeño sobresaliente en la
maestría que estoy a un cachito de culminar en la Universidad de los Andes. En
mis ratos libres comparto con mi familia y amigos, participo en distintos
clubes de lectura, escribo, medito, veo películas y desde me hace poco me
obsesiona la idea de aprender a jugar ajedrez, aunque aún soy muy malo.
El tema del amor es una cuestión más esquiva, es algo que requiere más
persistencia y paciencia para resolverse. Sin embargo, siento que voy por muy
buen camino, desde mediados de 2023 he salido con varias mujeres, con ninguna
de ellas formé una relación formal, no obstante, no he tenido mi primera cita
mala, con todos ellas tuve encuentros agradables y conversaciones interesantes,
fue una buena experiencia conocerlas y escucharlas. Tendré que insistir más
para encontrar alguien compatible en términos de aspiraciones y valores, en
todo caso, disfruto alegremente el proceso de conocer gente.