sábado, 20 de abril de 2024

Mi relación con la mariguana. ¿Cómo empecé? ¿Por qué la deje?

 



¿Cómo inició?

El primer recuerdo que tengo de haber fumado mariguana no está fijo en mi conciencia, es una imagen borrosa desvaneciéndose al paso de los años. Sucedió en mi segundo o tercer semestre de Ciencia Política en la Universidad Nacional, hace mucho tiempo. Unos compañeros departiendo gozosos en La Playita me invitaron a fumar. Si me pidieran identificarlos en una foto, a lo sumo podría reconocer dos de ellos, el resto de los rostros se esfuman de mi memoria. Lo que sí recuerdo es una tremenda sensación de incomodidad, la mariguana no tuvo ningún efecto en mí, en cambio ellos estaban sumergidos en un jubilo carnavalesco, sentí que no pertenecía allí.

Quizá desalentado por esta experiencia de desconexión en un principio no me enganche con la mariguana, a lo largo de los siguientes siete años las veces que fumé pueden contarse con los dedos de una mano.

No obstante, las cosas cambiaron a mediados de 2019, yo ya estaba bien avanzado en mis estudios de Economía en la Nacional, y estaba cursando la asignatura Política Macroeconómica, una materia que ha sido fuente de terror para numerosos estudiantes. He conocido historias de gente que la repite tres veces. Además, no sólo genera miedo porque es difícil aprobar, el profesor Isidro Hernández encuentra un deleite especial en humillar e intimidar a sus estudiantes en público, asumo que para alimentar el velo legendario que se teje alrededor de su figura en la Facultad.

Yo me sentaba al fondo del salón con la vana esperanza ser ignorado, Isidro me boleteó varias veces. Cerca de mí se sentaba Camilo*, rápidamente se tejió una camaradería. Ambos estudiamos muy duro a lo largo del semestre, nos ayudamos compartiendo material de estudio y resolviendo preguntas de la clase, además, el hombre era inteligente y era agradable conversar con él. Camilo era consumidor habitual de cannabis y fumamos algunas veces juntos.

Yo creo que desde ese momento le empecé tomar gusto a la mariguana. Empecé a fumar con una frecuencia considerable solo, en mi casa. Al estar bajo el influjo de esa sustancia la música se sentía distinta, como que tomaba textura, y el placer derivado de ver películas de terror o comedia es difícil de describir, se vive la experiencia más intensamente.

Caída

Mi consumo a finales de 2019 era más frecuente. Aunque, estaba lejos de ser problemático, y aún no era una interferencia nociva en las dimensiones más importantes de mi vida, mirando atrás desearía no haberme enganchado con esta droga. En todo caso, 2018 y 2019 fueron mis mejores años, estaba obteniendo logros y realización en diferentes esferas.

Después de un comienzo lento, por mis precarias habilidades con los números, estaba en el 90% del avance de la carrera de economía, ya no me faltaba casi nada para terminar. No estaba jugando compulsivamente videojuegos, un lastre que había marcado mi vida en el pasado. Tenía varios grupos de amigos con los cuales podía relacionarme. Estaba escribiendo para un portal de actualidad creado por estudiantes de la Universidad de los Andes llamando El Mal Economista.

Finalmente, llevaba saliendo cerca de dos años con Raquel*. Ella fue la primera mujer con la que conecté de forma significativa e íntima, éramos muy buenos amigos.  Nuestro plan habitual era salir a cafés y restaurantes cerca de la universidad, teníamos conversaciones interesantes que usualmente se prologaban por horas. Se perdía la noción del tiempo departiendo con ella.

Yo la adoraba, por su parte, ella me dijo alguna vez que chuleaba todas las casillas para ser su esposo, menos una, yo no era cristiano, y ese era un tema crítico porque ella sí es creyente y esa condición determinaba varias cuestiones prácticas. Pese a este contratiempo, que salió a relucir desde los primeros encuentros, igual seguimos saliendo porque disfrutábamos el uno del otro. Fue un casi algo, sí, pero la conexión que cultivamos fue muy profunda.

No tenemos un bolita de cristal que nos permita saber qué habría pasado si la pandemia de coronavirus no hubiera tenido lugar, lo cierto es que con este suceso mi vida se empezó a desmoronar.

Esta epidemia que se extendió por todo el mundo arruinado a su paso la vida millones de personas me quebró mental y emocionalmente. El aislamiento social y la paranoia colectiva exacerbaron los problemas de ansiedad, desregulación emocional y depresión que cargaba conmigo.

Yo estuve asistiendo a psicoterapia desde octubre de 2015 hasta febrero de 2018 para tratar de resolver estas dificultades. Por desgracia, me vi obligado a suspender las consultas porque mi familia no podía permitirse costearlas en ese momento, y, de otra parte, y como describí arriba, estaba encontrando progreso palpable y realización en áreas de mi vida en la que me había estancado por mucho tiempo.

La forma como conduje mi vida en 2020 y 2021 trae amargos sentimientos de remordimiento: empecé a fumar mariguana con una periodicidad diaria y en unas cantidades considerables, y, pasaba la mayor parte del día encerrando en mi cuarto jugando videojuegos. No avancé casi nada en la universidad, cancelaba las materias aprovechando las garantías académicas que se dieron por la emergencia sanitaria. Deje de buscar a Raquel. Ella eventualmente llegó a la realización de que las cosas no iban a funcionar conmigo y consiguió novio, asumo que, a finales de 2020. Alguien que era compatible con sus valores y su fe.

Mi terapeuta dice que yo tengo un patrón hedonista de evitación. Tengo una propensión a desarrollar adicciones en actividades que producen gratificación instantánea, por ejemplo, los videojuegos y la mariguana. Pero no es porque encuentre un deleite especial enfrascándome en estas cosas sino es más bien una estrategia de evitación que he desarrollado para lidiar con el dolor; el malestar que me produce los pensamientos intrusivos y ciertas emociones que vivo intensamente tiene dimensiones monstruosas, y en los años de la pandemia no tenía muchos recursos diferentes al patrón hedonista para lidiar con estas cosas.

¿Resurrección?

Este trance autodestructivo no habría podido prologarse toda la vida. Un suceso doloroso fue el punto de quiebre: a finales de 2021 Raquel anunció que se iba a casar con su novio. La tristeza y la sorpresa me colmaron por completo, fue un golpe duro de realidad que me sacudió del enajenamiento de la mariguana.

Quizá arrebatado por la nostalgia intensa que se apoderaba de mí concebí la idea delirante de que tenía opciones de recuperarla. Si le demostraba que podía dejar mis adiciones, ser disciplinado y resiliente, en otras palabras, dar píe con bola, ella podría cambiar de opinión.

Para graduarme enfrentaba dos obstáculos. El primero es que me había complicado la vida escogiendo como opción grado la monografía, tendría que elaborar un documento de investigación científica que cumpliera las condiciones especiales de preparación estipuladas por la universidad y fuera aprobado por mi director Alexander Rincón, un profesor de la facultad con amplio reconocimiento, especializado entre otras cosas, en temas de economía agraria.

El segundo obstáculo era Econometría II una materia que había cancelado tres veces, porque siempre me asustaba cuando reprobaba el primer parcial. Un inconveniente adicional era que la profesora Milena Hoyos fue más exigente en este último semestre que cursé en la universidad debido a la decepción que sentía por el desempeño de sus estudiantes, especialmente por ciertas situaciones de plagio que se habían presentado en el contexto de su clase durante la pandemia. Los parciales fueron considerablemente más difíciles de lo que había sido el estándar en los últimos dos años.

Pero yo tenía una resolución que nunca había experimentado en mi vida. Me impuse un régimen de disciplina militar. Sin que nadie me dijera nada corté de tajo con la mariguana y los videojuegos. Me levantaba temprano todos los días a darme una ducha fría, luego dedicaba todo el día a estudiar con la técnica pomodoro tomando pausas para meditar. Durante cinco meses la econometría y la lectura de artículos especializados sobre ecoetiquetas y pequeños productores de café (el tema de la monografía) fueron el único foco de mi mente.

El esfuerzo que apliqué, sumado a las técnicas de estudio que aprendí del libro Make It Stick: The Science of Successful Learning, dieron buenos frutos al final del semestre: aprobé sin problema Econometría II y realicé una buena monografía, recibió elogios por su redacción de todas las personas que la leyeron y mi director Alexander Rincón la calificó con la nota máxima, 5.

Pero todo fue en vano. Raquel me dijo que amaba a su novio, y no iba a dejarlo. El rechazo me sumió en una depresión horrible. Retomé el consumo compulsivo de mariguana y videojuegos, la situación siguió deteriorándose hasta mayo de 2022, fecha en la que reanudé el proceso de psicoterapia.

Hay dos cosas que han hecho este duelo difícil para mí.

Lo primero es que tenía idealizada a Raquel. Claro, ella es una mujer de grandes cualidades, inteligente, buen corazón, disciplinada, era muy agradable conversar con ella y tenía fe en mí, creía que yo que tenía potencial de hacer cosas buenas con mi vida. Pero yo estaba proyectando una fantasía, basado en los buenos recuerdos, sólo veía las cosas bonitas y pasaba por alto las grandes dificultades que se habrían presentado si me casaba con ella. Como cualquier ser humano, Raquel tiene sus limitaciones y flaquezas, y yo no las veía porque la tenía elevada en un pedestal.

Lo segundo es la narrativa incrustada en mi cabeza. Hay una frase trillada que se repite a menudo “lo que no te mata, te hace más fuerte”. Comúnmente no es verdad, los sucesos trágicos y dolorosos tienen el potencial de traumatizar, de hacer todo lo contrario. Lo que hace que una experiencia desagradable sea una fuente crecimiento personal es la historia que uno se cuenta así mismo, en otras palabras, como uno interpreta las vivencias infelices.

En 2022 mi experiencia fue bastante miserable, estaba sobrecogido por la desesperanza y la depresión, había días en los que ni siquiera me paraba de la cama. Estos estados penosos estaban alimentados por los pensamientos, me repetía a mí mismo que por dejarme arrastrar por la adicción había desperdiciado una oportunidad única en mi vida, y nunca más iba a conocer una mujer tan buena.

Hay una media verdad en la historia que me repetía. Es cierto que las cosas no funcionaron con Raquel, en parte, por mi adicción a la mariguana. Pero esa no fue la única razón, cada uno de los dos tomó diferentes decisiones que nos alejaron.

Lo otro es que esa declaración supremamente fatalista de que ella habría sido la última mujer buena que me iba dar una oportunidad en su vida no se corresponde con la realidad tampoco. Las cualidades buenas que vio Raquel en mi siguen estando conmigo ¿por qué no habría de verlas alguien que fuera compatible? Me tomó mucho tiempo entender esto. Obviamente, tengo que trabajar en las carencias que limitan mi potencial para mejorar mis opciones.

Yo creo que la mayoría de las personas que sufren adicciones cumplen una o dos de las siguientes condiciones 1) no tienen habilidades para regular sus emociones, los sobrepasan por completo, y es la forma que tienen para lidiar con el dolor que les produce vivir, y/o 2) no tienen un sentido de propósito, o una visión para su vida.

Esta tusa, aunque significó un sufrimiento tremendo, fue un catalizador de un proceso de transformación que sigue en pie. El dolor y la depresión derivados de la ruptura de esta relación significativa me obligaron a enfrentar mis problemas emocionales, a buscar recursos para gestionarlos de mejor forma. El apoyo terapéutico ha sido crucial, mi psicóloga Isabel Rendón y el grupo de entrenamiento de habilidades DBT. De otro lado, es válido reconocer que mi intención y esfuerzo jugaron un papel clave también, he buscado incansablemente en libros, aproximaciones espirituales, vídeos de YouTube y podcast formas de crecer y hacerme más fuerte, en otra entrada comentaba precisamente que tengo la resolución de escribir sobre las habilidades y perspectivas que siento han sido más útiles en mi proceso, y mi esperanza es que puedan servir a otros. Pero también ha sido el amor de mi familia y amigos, me ha inyectado fuerzas cuando estaba a punto de desfallecer, de tirar la toalla.

Llevo cerca de dos años sin fumar mariguana o jugar videojuegos (desde mayo de 2022). Tengo un fuerte convencimiento de que estas adicciones ya no hacen parte de mi vida. Hay hechos que demuestran esta afirmación contundente:  a lo largo de este intervalo de tiempo se me ha presentado varias veces la oportunidad de fumar mariguana, y siempre me resistí a hacerlo, una situación que podría servir de ilustración fue cuando Gabriela*, una chica con la que salí el año pasado, me invitó Rock al Parque, nunca había ido, este festival musical estaba infestado de olor a mariguana y al menos 5 dealers me ofrecieron baretos, y honestamente, no sentí tentación de comprarlos. Sigo haciendo parte del grupo de Whatsapp de amigos de la universidad con los que jugaba Age of Empires II, ellos habitualmente juegan partidas y participan en torneos competitivos, a veces me invitan a jugar (cada vez con menos frecuencia) y yo siempre me he negado expresándoles que no quiero. No he cortado el contacto porque los aprecio, y en el grupo se habla también de otras cosas diferentes al juego, de hecho, organizamos una reunión para tomar polas.

Esta crisis también ha sido una oportunidad de adelantar un proceso de autoconocimiento, de entender cuáles son mis aspiraciones y valores.  Mi vida ahora es estructurada (en el sentido de estar dirigida hacía las cosas que quiero) y saludable: hago ejercicio regularmente (5 días de gimnasio a la semana y los otros dos de descanso o actividad física ligera), dedico la mayoría del tiempo del día a trabajar o estudiar, esta disciplina se ha traducido en un desempeño sobresaliente en la maestría que estoy a un cachito de culminar en la Universidad de los Andes. En mis ratos libres comparto con mi familia y amigos, participo en distintos clubes de lectura, escribo, medito, veo películas y desde me hace poco me obsesiona la idea de aprender a jugar ajedrez, aunque aún soy muy malo.

El tema del amor es una cuestión más esquiva, es algo que requiere más persistencia y paciencia para resolverse. Sin embargo, siento que voy por muy buen camino, desde mediados de 2023 he salido con varias mujeres, con ninguna de ellas formé una relación formal, no obstante, no he tenido mi primera cita mala, con todos ellas tuve encuentros agradables y conversaciones interesantes, fue una buena experiencia conocerlas y escucharlas. Tendré que insistir más para encontrar alguien compatible en términos de aspiraciones y valores, en todo caso, disfruto alegremente el proceso de conocer gente.

 

*Nombres cambiados 

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