viernes, 22 de julio de 2022

¿Deben ser removidas las estatuas confederadas en Estados Unidos?

 *Publicada originalmente en El Mal Economista en Junio de 2019 https://elmaleconomista.com/deben-ser-removidas-las-estatuas-confederadas-en-estados-unidos/

El aumento de actos terroristas consumados por supremacistas blancos en contra de minorías nos obliga a interrogarnos por algunos de los orígenes de esta forma de violencia motivada por odio racial.

 

En la noche del viernes 11 de agosto de 2017, las calles de Charlottesville, un silencioso pueblo universitario en el occidente de Estados Unidos, fueron sacudidas por estruendosas manifestaciones de supremacistas blancos. Convocados por la plataforma “Unite the Right” en respuesta a la decisión del ayuntamiento del municipio de remover la estatua del general confederado Robert E. Lee, y en un número que ronda de 500 a 1000 según diferentes estimaciones, los manifestantes  hicieron un despliegue de intolerancia y fanatismo que hizo recordar los momentos más funestos del Ku Kux Klan en el siglo XX: cargados de antorchas, banderas confederadas y nazis, algunos con indumentaria militar y armas automáticas, marcharon alrededor del campus de la Universidad Virginia cantando consignas fascistas como “Jews will not replace us” y “blood and soil”.

Eventualmente se encontraron con un grupo de manifestantes antifascistas más pequeño, lo rodearon y se enfrentaron a ellos con palos y gas pimienta. La violencia continuó a lo largo del sábado y alcanzó su clímax cuando James Alex Field Junior, un integrante de “Vanguard America” (grupo antisemita que se opone al multiculturalismo y propugna un Estados Unidos exclusivamente blanco) embistió con su automóvil a una multitud de personas que protestaban contra los mítines de supremacistas blancos en el pueblo, dejando el saldo de una persona muerta y varios heridos.

Al igual que la masacre en una iglesia perpetrada por el supremacista blanco Dylann Roof en 2015, estos hechos de violencia pusieron en el foco del debate el papel que juegan las estatuas confederadas en los espacios públicos. ¿Qué exactamente representan estos monumentos en términos culturales e históricos? ¿Deben las autoridades gastar fondos públicos en su mantenimiento incluso si son fuentes de crispación social? ¿Deben ser removidos de los espacios públicos?

Remover o no remover.

Según el profesor Gaines Foster, autor de “Ghost of the Confederacy” una forma sensata de decidir este asunto es tener en cuenta dos aspectos 1. ¿Qué propósito tenían quienes construyeron las estatuas? 2. ¿Qué representa el personaje que es honrado con el monumento?

Los defensores de las estatuas confederadas a menudo alegan que son parte del patrimonio de Estados Unidos, y que fueron construidos con el propósito de honrar la vida de aquellos que lucharon denodadamente en defensa las pretensiones de los “opresivos” estados del norte sobre los del sur en el contexto de la guerra de Secesión estadounidense; para ellos, quitarlos de los espacios públicos significaría borrar la historia. El gobernador republicano del estado de Maine, Paul Lepage, llegó a decir que removerlos sería como derribar los monumentos conmemorativos del 11 de septiembre en la ciudad Nueva York, y comparó a quienes pretender remover las estatuas confederadas con los talibanes de Afganistán.

James Grossman, el director ejecutivo de la Asociación Estadounidense de Historia, desestima está versión: esta narrativa de la rebelión heroica de los estados del sur es un intento de legitimar las figuras públicas de este bando involucradas en la guerra de Secesión, y está cimentado en torno a la idea falaz de que la esclavitud no era el motivo principal de disputa entre los bandos en confrontación.

Simultáneamente, tras este pretendido tributo al heroísmo se esconde una declaración política de supremacistas blancos abogando por su hegemonía social y política. De hecho, la mayoría de los monumentos fueron construidas en dos periodos definitorios de las relaciones raciales en Estados Unidos como puede verse claramente en este informe del Southern Poverty Law Center que reseña también escuelas públicas nombradas en honor a políticos y militares confederados.

El primer periodo es el de la implementación de la Leyes de Jim Crow, transcurrido entre 1890 hasta 1920. Estas leyes promulgadas en los estados del sur estipularon la segregación entre blancos y negros en diferentes espacios públicos como por ejemplo escuelas, baños y restaurantes, y restringieron su participación política privándolos del derecho al voto. El segundo pico (los años 50 y 60 del siglo pasado) de los monumentos confederados en el informe coincide con los choques entre el movimiento derechos civiles para los afroestadounidenses y los sureños que se resisten a sus reivindicaciones.

Las estatuas confederados fueron un mecanismo del que se sirvieron los supremacistas blancos para consolidar y promover el orden social impulsado por su ideología; es ingenuo suponer que el propósito de los monumentos fuera rendir un desinteresado homenaje a los perdedores de la Guerra de Secesión, por el contrario, buscaban en primera instancia legitimar los principios racistas  de la confederación entre los blancos, y, de otros lado, decir a los negros que se revelaban  contra la desigualdad y opresión institucionalizada “esto un espacio blanco, así es como hacemos las cosas y queremos conservarlo de esa manera”.

Varios comentaristas conservadores han señalado que quitar las estatuas de espacios públicos es una especie de ejercicios de negación. Según ellos, remover los monumentos no va a ser que desaparezcan de la historia de Estados Unidos los abusos cometidos contra los negros, las estatuas deberían permanecer en su lugar para que las futuras generaciones “recuerden lo que pasó”.

Evidentemente, es importante recordar el pasado, las nociones que tiene la gente de la historia en buena medida moldean las relaciones sociales del presente. Sin embargo hay una gran diferencia entre recordar la historia y rendir homenajes nostálgicos a hombres como Robert E.Lee que lucharon por perpetrar la esclavitud en Estados Unidos. Por eso varios historiadores han propuesto que una vez las estatuas confederadas sean retiradas de los espacios públicos no sean destruidas, y que sean puestas en museos donde pueda llevarse a cabo un debate informado en torno a la Guerra de Secesión y la historia de conflictos raciales en Estados Unidos, acompañada por académicos y especialistas en estos temas.

¿Qué estatuas deben permanecer y cuáles deben ser depuestas?

El 15 de agosto de 2017 durante una de las más explosivas ruedas de prensa en lo que va de su presidencia, Donald Trump abrazó uno de los puntos fuertes del alegato de quienes se oponen a la remoción de las estatuas “...esta semana es Robert E.Lee, a ‘Stonewall’ Jackson también lo están bajando. Me pregunto: ¿Será George Washington la semana que viene? ¿Y Thomas Jefferson la semana después? Ustedes tienen que preguntarse dónde parará esto” En la misma conferencia unos minutos después anotó: “George Washington era propietario de esclavos ¿Vamos a tirar su estatua también?”.

El argumento puede parecer en principio convincente, sin embargo es deshonesto y no se sostiene: es anacrónico comparar a George Washington con Robert E.Lee, son figuras que influyeron en las historia de  Estados Unidos en contextos diferentes y con varios años de diferencia, además el legado que traen hasta nuestros días no admite comparación tampoco. George Washington, con todas las falencias personales haya podido tener fue un hombre, que, junto a muchos otros, puso su vida en la línea de fuego para contribuir en los esfuerzos que llevaron a la independencia de Estados Unidos. Roberth E.Lee en cambio fue el líder que encabezó la rebelión de un grupo de hombres que se levantó en armas en contra del gobierno de los Estados Unidos para mantener sus derechos sobre los esclavos y romper la unión americana.

Luego del ataque terrorista de un supremacista blanco en Nueva Zelanda que dejó como saldo 50 víctimas el señor Trump dijo en una conferencia de prensa que él no considera que el nacionalismo blanco sea una amenaza ascendente alrededor del mundo. No obstante, la cifras parecen indicar todo lo contario: entre el año 2009 y 2018 el 73,3% de los asesinatos relacionados con violencia política en Estados Unidos han sido perpetrados por fanáticos de extrema de derecha. Los operativos contraterroristas para contener las amenazas de estos mismos grupos en Europa Occidental se han incrementado en un 191% en los últimos dos años.

Por años se ha subestimado el desafío que representan estos grupos racistas, por ejemplo, en la cultura popular se ha retratado al Ku Kux Klan como una organización de payasos estúpidos e inofensivos. No obstante, ya hemos sido testigos de los estragos que son capaces de producir individuos desquiciados por una ideología que proclama la supremacía racial de los blancos. Es momento de reevaluar los símbolos que han dado legitimidad a su doctrina de odio.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi relación con la mariguana. ¿Cómo empecé? ¿Por qué la deje?

  ¿Cómo inició? El primer recuerdo que tengo de haber fumado mariguana no está fijo en mi conciencia, es una imagen borrosa desvaneciéndose ...